[Wimbledon] 繼女單產生新球后,男單也是新球王 Novak Djokovic
原以為 Rafael Nadal 會繼法國網球公開賽之後,再次拿下溫布敦的冠軍。沒想到 Djokovic 打得這麼好,尤其是第二盤,移動迅速到位,蹲低,犀利回擊,比 Rafa 更加狂野,刁鑽,所展現的專注力幾乎令我屏息。球速、球質與上旋的力道,沒一項在 Rafa 之下。
Rafa 可以說正常發揮,但是 Djokovic 的表現只能用顛峰來形容。這場球賽也暴露了 Rafa 的打法較為單調的缺點,正拍上旋,雙手反拍平推/上旋,偶爾切球。當雙方但底線抽球,球速不斷加快,球質漸漸加重, Djokovic 對 Rafa 球路通靈似的預判能力使得 Rafa 在底線毫無優勢可言。
El País (西班牙國家報)用的標題是:喬科維奇,新的納達爾(請見其報導如下)
CRÓNICA: TENIS - Final de Wimbledon
Djokovic, el nuevo Nadal
El tenista serbio demuestra ser el número uno y se corona por primera vez en Wimbledon batiendo a su rival con sus mismas armas - El español no había perdido cinco veces seguidas contra nadie
JUAN JOSÉ MATEO - Wimbledon - 04/07/2011
Eso no es un tenista, es un demonio. El serbio Novak Djokovic salta y grita mientras gana por 6-4, 6-1, 1-6 y 6-3 ante Rafael Nadal, que defendía el título, su primer Wimbledon. El cementerio de rivales enterrados por el español sabe muy bien lo que pasa sobre la pista. Para cada zarpazo de Nadal tiene Djokovic una respuesta. Para cada cambio de dirección del anterior número uno, una carrera gloriosa, cerrada con un ataque, culminada con dinamita. Ante cada arreón del corajudo bicampeón (2008 y 2010) hay un muro que se levanta, una trinchera que abre sus fauces..., Djokovic haciendo de Nadal, pero con más tiros, más piernas y las mismas narices. Hasta ayer nadie había derrotado cinco veces seguidas al mallorquín, romo en las pelotas decisivas. Djokovic, el antídoto contra él, le batió con sus mismas armas.
A media tarde, las nubes toman el cielo y se llena de luz eléctrica la pista. Se juega bajo el ambiente fantasmagórico que presenció algunas de las mejores finales de Wimbledon. Brillan los marcadores y luchan a brazo partido los jugadores. El encuentro se mueve atado a las indicaciones de un guión intrigante. Nadal saca como nunca, a 190 kilómetros por hora de media en el primer servicio. A Djokovic no le importa. Resta como si la pelota le llegara a cámara lenta, entregada a la voluntad de sus designios, y castiga los segundos saques de Nadal, que se concentran en el 5-4 y 30-30 del primer set. Esas indecisiones le cuestan la manga a Nadal.
No fue una casualidad. Le pudo la ansiedad, le pesaron las estadísticas. Djokovic ya es el número uno. Un hombre que en 2011 solo ha perdido un partido y ha ganado 48. Todo esto trae el serbio al encuentro mientras vuelan por el aire miles y miles de insectos hambrientos.
Cuando Djokovic ataca, su pista es una línea; sus gestos, un manual de técnica, y sus ojos, la mejor de las guías: cada pelota suya encuentra la raya; cada movimiento de su cuerpo absorbe la fuerza de los golpes de Nadal y los devuelve con el doble de furia; cada vez que la bola le hace una pregunta, él ya conoce la respuesta porque ha observado antes dónde está Nadal, qué hace y cómo le espera. En la defensa, eso no es Numancia; es Troya y sus altos muros de piedra para defender a Helena: cada tiro de Nadal encuentra su raqueta, su cuerpo torturado en posiciones imposibles, su mano maliciosa. El caballo de madera con el que el manacorense intenta penetrar en ese fuerte es el arranque pasional con el que atrapa la tercera manga. Tiembla entonces el tenista invencible. Se abren las fauces del campeón, que conoce al dedillo ese partido que suele culminar con su remontada.
El encuentro, sin embargo, revela una faceta desconocida del nuevo número dos. Al ganar el tercer parcial, se procura un punto de break en el inicio del cuarto y empieza a enseñar los dientes como un caníbal. Juega mal esa pelota y Djokovic le rompe el saque en el siguiente juego. "¡Piensa!", se dice golpeándose la cabeza el serbio. Para el español debería ser el momento de marcharse a casa. ¿A qué luchar, a qué correr? Pero... no. Nadal no es así: recupera la desventaja y parece poder llevar el duelo hasta la quinta manga, su terreno preferido. Algo, sin embargo, no marcha. Es imposible perder cuatro partidos seguidos contra el mismo rival y que esos resultados no dejen marca. En los peloteos decisivos, le escocieron esas heridas. Se abrieron las cicatrices y donde normalmente halla las líneas se topó con el vacío.
"¡Eres un genio, Rafa; un genio!", le gritaba la grada. Nadal tiene un crédito infinito, armas de sobra para recuperar el sitio, voluntad, hambre y tiros. También, un problema: Djokovic, el primero que le derrota en una final grande sin llamarse Roger Federer, ha probado el sabor de la victoria y eso le ha abierto el apetito. Quiere más. No tiene suficiente. Hubo un contraste brutal entre él y su banquillo. Sus ruidosos acompañantes saltaban y gritaban, ajenos al protocolo, celebrando el título. Él solo sonreía. Quizás pensaba en qué tiene que hacer para asaltar el Abierto de Estados Unidos.